Para la infancia de mi personaje principal lo deseaba plasmar de una forma pura y curiosa, casi de manera similar a la que tuve cuando fui niño. Rumi, había decidido que se llamaría, después de muchos intentos.
Debía de ser un niño que se quedaba a altas horas de noche clandestinamente por querer investigar los alrededores de su imponente hogar. Imaginando en esas noches aventuras nocturnas que después con mucha emoción contaría a su ave favorita.
Rumi debía ser un niño un tanto mimado como cualquier primer hijo varón que tiene una familia, no obstante, sus buenos valores infundados por su madre deberían resaltar.
En mi cabeza esa combinación tenía tanto sentido como ver el sol todos los días de verano pero cuando por fin lo plasme en papel me sabía tan extraño y contradictorio de un niño que indudablemente tuve que cambiar varias cosas en beneficio de que años mas tarde la trama de la historia esperaría con latigo en mano a un Rumi incrédulo.
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