Sabía que las aspiraciones de su hijo eran latentes sin embargo
sus miedos eran más fuertes quitándole el sueño y las energías. Y su joven y
hermosa madre, conocía a Rumi como la palma de su mano por eso se dio cuenta
que su hijo estaba buscando consejos sobre las dudas que lo aquejaban.
La cámara de mando era el refugio al que recurría cuando
apenas era un niño, sabiendo que lograría encontrarlo ahí. Poso su delicada y
morena mano sobre el hombro derecho brindándole esa sutil señal de tranquilidad
que tanto encantaba a su hijo, ella estaría junto a él en lo que tuviera que
enfrentar. Ella sabía que el peso de ese cargo era tan agobiante e imaginaba lo
terrible que se iba a sentir su hijo si cometía un error, decepcionando a su
pueblo y al consejo, ella no creía que su cariño hacia él cambiaría por
cualquier error que cometiera. Era su madre y siempre estaría a su lado.
Rumi está cansado de la constante presión que tiene sobre los
hombros, de las miradas que juzgan su indecisión al dudar sobre subir al trono.
Entre debates y discusiones del consejo imperial, Rumi logra
escapar buscando un lugar en donde hallar serenidad, topándose con el
silencioso canal de agua que bordea el palacio. Asomándose así al filo, su
reflejo era tan claro como los pensamientos que por su mente cruzaban. Y no se
sorprendió de ver lo increíblemente cansado que lucía su rostro.
Quruc, el tío,
sabiendo de su ubicación logra acercarse con seguridad para mostrar al joven
príncipe su apoyo en las decisiones que fuera a tomar.
Los dos entablan una sincera conversación, Rumi no quiere
tener secretos con la persona que considera su más grande confidente. Quruc con
suma delicadeza le comenta, que por el cariño que le tiene conseguirá la
ansiada solución a su problema, y le dice:
-Cuando la siembra del
maíz llegue a su mayor esplendor, mi solución opacara al sol.
Así confiadamente el joven príncipe dejo sus aflicciones a
cargo de su tío logrando dormir en paz por 6 semanas hasta que el consejo
comenzó a reclamar el porqué de la demora de su nuevo heredero.
Cuando el tiempo estipulado finalizó, apareció el tío con la
magnífica solución.
-Mira joven sobrino con
este viejo hechizo podremos al fin liberarte de esta responsabilidad que pesa
en tus hombros.
El príncipe feliz de escuchar buenas noticias inmediatamente quiere
saber sobre esta grandiosa solución.
El tío puso su mano en el hombro del sobrino diciéndole:
- Cuando la luna brille
entre las densas nubes del cielo e ilumine nuestras tierras, reúnete conmigo en
el santuario y lleva la pluma del ave más cercana a ti.
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